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3 de agosto de 2013

Evgen Bavcar, fotógrafo ciego




         




Evgen Bavcar no ve porque es ciego pero mira porque es fotógrafo. Lo curioso es que su ceguera llegó antes que la fotografía. Luego de dos percances sucesivos --la pérdida del ojo izquierdo, culpa de la rama de un árbol; la pérdida del otro debido a la explosión de una mina abandonada-- Bavcar perdió completamente la visión. Tenía once años y su despedida de la luz fue gradual.
El pueblo donde Bavcar nació, en 1946, se llama Lokavec y queda en Eslovenia, muy cerca de Trieste, casi frontera con Italia. A los habitantes de Lokavec les tocó pertencer a la monarquía austro-húngara, luego ser italianos y después yugoslavos. El padre de Bavcar, paisano, murió cuando Evgen tenía siete años.

Bavcar empezó a sacar fotos a la edad de dieciséis. Sus compañeros de escuela retrataban a sus novias; como a él también le gustaba una chica, no quiso ser menos y le pidió prestada la cámara a su hermana. Tras el bachillerato, estudió filosofía e historia en la Universidad de Ljubljana. Durante un año ejerció como profesor: el primer profesor ciego en la historia de su país.

En 1972 viajó a París decidido a estudiar en la Sorbona. Permaneció en la ciudad, ingresó como investigador en el C.N.R.S. (Centre Nationale de la Recherche Scientifique), publicó un trabajo sobre el expresionismo alemán y se naturalizó francés.
Para estudiar filosofía del arte, debió contar en muchos casos con la ayuda de lazarillos. Solicitaba que le describieran las obras, y esto le daba "una idea intelectual, un sentimiento estético indirecto"; pero debía andar con prudencia y recurrir a más de un asistente ("relator de imágenes") porque "las descripciones expresan en primer lugar los fantasmas de quien observa el cuadro".

Por el carácter de sus estudios, Bavcar fue el primero en teorizar sobre su ocupación a primera vista paradójica y sobre los desafíos que proponen sus fotos a los modelos establecidos de percepción. "Mi mirada existe gracias al simulacro de la foto que ha sido vista por el otro. La ausencia del ojo del fotógrafo acentúa la precariedad de ese instante irreversible que es la toma fotográfica. Las personas retratadas no pueden mostrarse de la forma habitual porque falta esa complicidad con el fotógrafo que les confirma su narcisismo".


Fuente: Bertigo

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